miércoles, 18 de julio de 2012

LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS – Sigmund Freud

LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS – Sigmund Freud
Freud comienza las lecciones introductoras al psicoanálisis, con dos dificultades que el lector debe suprimir para poder comprender sus ideas: Solamente se puede entender a la perfección el psicoanálisis, cuando has sido paciente de un psicoanalista. No toda enfermedad es física, sino que también puede encontrarse en nuestro subconsciente.
Una vez que superamos estas dudas, Freud nos expone su tesis mediante un desarrollo. Comienza desde lo más simple hasta lo más complejo, poco a poco, muy lento.
Se sabe que los síntomas patológicos de determinados individuos nerviosos tienen un sentido. También se conoce que los enfermos incluyen algunos de esos síntomas en sus sueños. Por lo tanto, es fácil suponer, que los sueños deben de tener algún sentido.
Pero ¿qué son los sueños?
Los sueños son una manifestación psíquica durante el reposo. Así mismo, el reposo es un estado en el que el durmiente no quiere saber nada del mundo exterior, habiendo desligado del mismo todo su interés. Por otra parte el sueño es una reacción a un estímulo perturbador de dicho reposo; entonces las excitaciones producidas durante el reposo aparecerían en los sueños.
¿Y su origen?
Normalmente se trata de una excitación procedente del interior, es decir, el inconsciente. Esta última hipótesis parece muy probable y responde a la concepción popular sobre la génesis de los sueños.
Hay detalles muy importantes respecto a la interpretación de los sueños: el sueño no reproduce fielmente el estímulo, sino que lo elabora, lo designa por una alusión, lo incluye en un conjunto determinado o lo reemplaza por algo distinto. El durmiente sabe, aunque no lo crea, lo que significa su sueño; pero no sabiendo que lo sabe, cree ignorarlo.
Hasta ahora hemos llegado a dos hipótesis:
 El sueño es un fenómeno psíquico.
 Se realizan en nosotros hechos psíquicos que conocemos sin saberlo.
Freud nos presenta un concepto nuevo, la hipnosis.
Ésta es un estado que provoca una disminución o anulación de los procesos conscientes. Puede alcanzarse por técnicas de sugestión o por otros procedimientos fisiológicos. Una vez hipnotizado, el sujeto pierde gran parte de su voluntad, obedeciendo ciertos mandatos del hipnotizador. Al recobrar la conciencia, el sujeto no recuerda lo sucedido durante el trance hipnótico. En este estado se producen, en ocasiones, fenómenos de hipermnesia.
Después de la hipnosis, la labor del psicoanalista se limitará a hacerle hallar el conocimiento del sueño y comunicárnoslo. Debemos poder hacer accesibles los elementos ocultos e ignorados con ayuda de asociaciones enlazadas al elemento que tomaremos como punto de partida.
Cada sueño es un mundo, y por lo tanto ninguno es igual a otro. Sobre todo, porque la resistencia que ejerzamos no será la misma. Es decir, cuando la distancia entre el elemento real y el ficticio es muy grande, la resistencia será enorme, le causará mucho dolor el recuerdo. Mientras que si apenas existen deformaciones en el sueño, es que no hay resistencia alguna por parte del sujeto. Esto se produce en los sueños infantiles.
El sueño es por otro lado,
“un medio de supresión de las excitaciones psíquicas que acuden a perturbar el reposo, supresión que se efectúa por medio de la satisfacción alucinatoria”. Ésta supresión es la censura; son lagunas presente en el sueño de sujeto, que por olvidar son provocadas. Junto con la deformación, la censura utiliza estos mecanismos: la omisión, la modificación y la agrupación de los materiales. Como en la deformación, la censura será más o menos pronunciada, dependiendo de la gravedad del trauma que tenga el paciente respecto de la experiencia.
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La relación constante entre el elemento del sueño y su traducción le damos el nombre de relación simbólica. Así, la esencia de esa relación simbólica es una comparación básicamente.
Por otra parte, la elaboración onírica o de los sueños,
contrae consigo tres efectos:
1.- La condensación: efecto que se nos muestra en el hecho de que el contenido manifiesto del sueño es más breve que el latente.
2.- El desplazamiento: obra de la censura.
3.- La transformación de las ideas en imágenes visuales.
¿Qué hace la elaboración? Hace que volvamos a la infancia de dos maneras: en primer lugar, a la infancia, y en segundo lugar aunque menos, a la prehistoria filogénica. En la elaboración cabe destacar la formación de los famosos complejos. Por ejemplo, el complejo de Edipo que consiste en el niño desea matar al padre y casarse con la madre. Todo ésto se genera durante la etapa infantil, y perdura en la madurez ya que lo inconsciente de la vida psíquica no es otra cosa que lo infantil. La etapa infantil donde reconocemos el complejo de Edipo es la:
Etapa fálica:
Esta etapa dura entre los 4 y 6 años; la niña y el niño descubren sus órganos sexuales, a causa de la excitación de la micción y por los tocamientos repetidos que tienen lugar durante el aseo.
Los bebes tienen juegos eróticos manuales y generalmente esta actividad que ellos realizan cesa por si misma y vuelve a aparecer a los 3 años. Descubren la diferencia de los sexos.
Los padres le imponen una renuncia al interés que tienen por tocarse en nombre de la estética y la moral; y el niño se adapta a dicha imposición a fin de retener el amor paternal. Cuando lo logra, se vuelve a centrar en su interés por los genitales.
Los niños de esta edad empiezan con los “porque”. Cuando los adultos responden las preguntas sexuales, el niño percibe lo prohibido. El papel de las relaciones sexuales entre los padres todavía les resulta oscuro.
Entre los 4 y 5 años aparecen otros tipos de preguntas como el de: ¿Cuál es la diferencia entre un niño y una niña? Los padres intentan explicar que la niña no tiene pene. El niño trata de negarlo pensando que tienen uno más pequeño o que le va a crecer. Sin embargo, piensa de que la madre también tiene pene, pues al niño le resulta imposible creer que la madre carezca de el.
A medida que el niño crece, la madre ya va dejando de ocuparse de él en forma exclusiva.
El niño necesita menos compañía, juega más con sus juguetes y su voz. La observación de la actividad de la madre y la reflexión sobre sus palabras lo conducen a adquirir dos nociones importantes. Aparece el “obedecer” o el portarse bien con la promesa de que si se porta bien recibirá tal cosa. Lo niños no temen perder el amor de sus padres, porque lo tuvieron o porque no lo tuvieron incondicionalmente, tienen problemas de conducta.
El niño descubre la muerte en esta etapa; al observar a los animales, pregunta acerca de las causas de su muerte que el atribuye a la vejez. “Matar es inmovilizar” ese es el sentido que al principio cobra la muerte para el niño.
El niño o la niña descubren que no son el único amor de la madre, que pueden ser abandonados por otros intereses de ella: su padre y sus hermanos se transforman en sus rivales.
En el estadio anal, la niña se interesa por cambiar y bañar a las muñecas y por lavar trapos. El niño juega más con piedras, con autos, con trenes.
Ella empieza a preocupar por su arreglo personal, le saca los cosméticos a la madre, se pone sus vestidos, le gusta usar carteras, es decir le gusta identificarse con la madre imitando sus acciones, sus gestos y sus palabras.
El niño se entrega a juegos más agresivos, juega con bastones, con palos, los transforma en fusiles o en revólveres y se complace en dar miedo y ordenar. Cuando puede, se pone la ropa del padre.
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Hacia los 4 años y medio, el varón juega a golpear y matar a su padre en la lucha emocional con el y trata de acaparar toda la ternura de la madre; le promete casarse con ella y tener hijos: entra en el periodo de complejo de Edipo.
La niña vive un periodo similar, hacia los 3 años y medio: se comporta de manera seductora con el padre, se muestra coqueta y afectuosa, centra su interés en el. Se muestra celosa de el y trata de acaparar toda su atención y su afecto.
Pero para el niño y la niña la pareja de los padres en esta etapa resulta una frustración, y muchas veces los progenitores los mandan a jugar para poder quedar solos en su intimidad y el niño se siente impotente y celoso.
Si el niño asiste a las relaciones sexuales entre los padres, sea porque los sorprende, las imagina como una especie de batalla violenta. A esto se les denomina “escena primaria” (coito entre los padres).
Complejo de Edipo en el varón:
Hasta aquí, los niños tienen la creencia de que todos los hombres como mujeres tienen pene.
La angustia de castración, o sea el temor a la pérdida del pene, parte de una falsa interpretación de la realidad, pero el niño no puede escapar a esta angustia ya que el peligro que siente esta motivado en su fantasía. El niño es consciente del malestar, pero lo niega y lo interpreta como provocado por el exterior, y su razón lo obliga a encontrar una causa. La angustia de castración es consciente, y es lo que determina que el niño se aleje de la relación con su madre. Por eso Freud en sus trabajos dice que la diferencia entre el niño y la niña es que el niño sale del complejo de Edipo por la angustia de castración, en cambio la niña entra en el complejo de Edipo por la misma angustia.
Hacia los 3 o 4 años, el niño se comporta en relación con la madre como un adulto, quiere ocupar el lugar del padre. Para el niño, hasta esta etapa, el más importante amor ha sido la madre y sigue siéndolo.
El niño siente deseos agresivos y de muerte hacia el padre y deseos de apropiación hacia la madre. El niño enfrenta al padre, lo subestima, lo cela porque el es su rival frente a su objeto de amor. El niño declina la agresividad hacia el padre para, en efecto, poder identificarse con el. Hay una doble actitud rival: quiere reemplazarlo pero también imitarlo.
Ya que la competencia con el padre despierta la angustia de castración, sino se resuelve de esta forma, puede tener severos trastornos en la sexualidad y personalidad.
La finalización del complejo de Edipo abre al niño comportamientos escolares y lúdicos, y su vida afectiva comienza a dirigirse hacia otras personas fuera de su familia.
Complejo de Edipo en la niña:
En la etapa fálica, a los 3 años y medio, la niña descubre que hay unas criaturas poseedoras de un pene que “ella no lo tiene”.
Comienza por negar esto que le pasa, se pone celosa pero sabe que en algún momento le crecerá.
Freud describe como esta envidia del pene, acompaña las fantasías masturbatoria de la niña. Este es un periodo donde la niña tiende a exhibirse, se quiere mostrar desnuda, se levanta las polleras, etc. Esta es la reacción normal de la niña frente a la angustia de castración.
La niña descubre entonces que debe renunciar para siempre con la idea de tener un pene ya que su madre no lo ha tenido nunca. El interés de la niña se desplaza hacia el cuerpo o el rostro y empieza a adornarse, a peinarse, a ponerse collares y flores en el pelo; esto parece ser una compensación por aquello a lo que ha tenido que renunciar.
Comienza a tratar de conquistar al padre. Se dirige hacia el, a quien considera superior y atractivo para su madre. La niña se vuelca cada día más hacia su padre, declarando abiertamente su deseo de tenerlo como marido, es donde empieza a tener fantasías agresivas en donde mata a la madre y se queda con el padre.
Si el padre no la alienta y no la estimula en esta fantasía, le impone una ley donde ella progresivamente debe renunciar a sus deseos.
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En la adolescencia es cuando pueden anunciarse restos de conflicto edìpico; el padre, sino esta celoso, estimula a la adolescente para que trabe relaciones con los otros chicos, con lo cual podrá pasar de su padre como objeto de amor, a un sustituto en el mundo exterior.
Simbología en los sueños
Existen símbolos que pueden interpretarse casi siempre del mismo modo. Así, el emperador y la emperatriz (rey y reina) representan a los padres, las habitaciones son símbolos de la mujer y sus accesos significan las aberturas del cuerpo humano. La mayoría de los símbolos oníricos sirven para la representación de personas, parte del cuerpo y actos que poseen interés erótico. Particularmente, los genitales pueden ser representados por una gran cantidad de símbolos. Los más diversos objetos son empleados para la designación simbólica de los genitales. Cuando agudas armas y objetos alargados y rígidos tales como troncos de árbol o bastones, representan los genitales masculinos, y armarios, cajas, coches o estufas los femeninos, lo común de tales sustituciones nos es inmediatamente comprensible; mas no en todos los símbolos nos es tan fácil la aprehensión de las relaciones de enlace. Símbolos como el de la escalera o del subir, para el comercio sexual, el de la corbata para el miembro masculino y el de la madera para el órgano femenino excitan nuestra duda en tanto que no llegamos por otros caminos al conocimiento de las relaciones simbólicas. Además, muchos de los símbolos del sueño son bisexuales y pueden referirse a los genitales masculinos o a los femeninos, según en el contexto en que se hallen incluidos. Las habitaciones son casi siempre el sueño mujeres, y la descripción de sus diversas entradas y salidas suelen confirmar esta interpretación. Dado esto se comprenderá la importancia de que la habitación del sueño aparezca <abierta> o <cerrada>. El sueño de huir a través de una serie de habitaciones representa al sujeto en un burdel o un harén. Con la comunicación de varios acabados ejemplos también es utilizado este sueño para la representación del matrimonio. Cuando el sujeto sueña con dos habitaciones que antes era una sola, o ve dividida dos en una sola habitación conocida, o inversamente encierra sus sueños en una interesante investigación sexual infantil. Durante de cierto período de la infancia supone, en efecto, el niño que el órgano genital femenino se halla confundido con el ano, y solo más tarde averigua que esta región del cuerpo comprende dos cavidades distintas y orificios separados. Los escalones, escalas y escaleras y el subir y bajar por estas son representaciones simbólicas del acto sexual. Las paredes o muros lisos por los que trepamos en sueños y las fachadas de casa por las que nos descolgamos corresponden a cuerpos humanos en pie y reproducen probablemente en el sueño el recuerdo de trepar infantil por las piernas de los padres y guardadores. Los muros lisos son hombres. Las mesas puestas para comer y las tablas son mujeres, quizá por la antítesis de su lisura con las redondeces del cuerpo femenino. La <madera> parece ser, en general, y correlativamente a sus relaciones lingüísticas, una representante de la <materia> femenina. Siendo <mesa y cama> lo que objetivamente constituye el matrimonio. Entre las prendas de vestir puede interpretarse con frecuencia el sombrero femenino como un seguro símbolo de los genitales masculinos. Lo mismo sucede con los abrigos. En los sueños de los hombres encontramos muchas veces la corbata como símbolo del pene, no solo por colgar por delante y ser prenda característica del hombre, sino porque puede ser elegida a capricho, cosa que la naturaleza no nos permite hacer con respecto al miembro simbolizado. Las armas y herramientas más diversas son también empleadas como símbolos del miembro masculino. Jugar con un niño pequeño o pegarle son con frecuencia representaciones oníricas de la masturbación. La calvicie, el cortarse el pelo, la extracción o caída del pelo y la extracción de una muela son utilizadas para representar simbólicamente la castración.
Aparte de los símbolos individuales y de las variantes en el empleo de los universales, no se sabe nunca si un elemento del sueño debe interpretarse simbólicamente o conforme a su verdadero sentido, y se sabe, en cambio, con seguridad, que no todo el contenido del sueño debe interpretarse simbólicamente.
El simbolismo onírico va mucho más allá de los sueños. No pertenece a ellos como cosa propia, sino que domina de igual manera la representación de las fábulas, mitos y leyendas, en los chistes y en el folklore permitiéndonos descubrir las relaciones íntimas del sueño con estas producciones. Más debemos tener en cuenta que no constituye un producto de la elaboración del sueño, sino que es una peculiaridad -probablemente de nuestro pensamiento inconsciente- que proporciona a dicha elaboración el material para la condensación, el desplazamiento y la dramatización.